Es raro que tu y yo tengamos los mismos pensamientos. La pasada noche, por ejemplo, regresé del bosque con un estudio –durante esta semana he estado especialmente ocupado investigando cómo aumentar la intensidad del color– y debería estar encantado de discutir este asunto contigo cuando, ¡mira por donde!, en tu carta de esta mañana vienes a mencionar tu emoción por el fuerte y, sin embargo, armonioso colorido de Monmartre.
…Ayer por la tarde estuve ocupado pintando el terreno que se eleva suavemente en el bosque, todo cubierto de hojas secas y marchitas. Variaba en color desde un ligero hasta un oscuro marrón rojizo, y el tono de las sombras de los árboles se distinguía allí en franjas leves o fuertemente marcadas.
La dificultad estaba –para mí fue muy exigente– en conseguir la profundidad del color y la enorme fuerza y solidez del terreno– y mientras estaba trabajando adverti cuánta luz había allí, ¡¡ncluso en las sombras oscuras!
La cuestión era representar el efecto de la luz y además el resplandor y no perder la profundidad y riqueza del color. No puedo imaginar mayor y magnífica alfombra que esa tierra de profundo castaño rojizo, bañada en el brillo de la luz de la tarde de otoño, suavizada por su paso a través de los árboles.
Misteriosas sombras oscuras
Las hayas crecen aquí y sus troncos lucen en la claridad de color verde brillante y en un cálido negro verdoso en la sombras. Más allá de los troncos, sobre el terreno marrón rojizo se puede observar el delicado azul y el gris tibio del cielo –este es apenas azul– y frente a él una diáfana neblina verde y un laberinto de árboles de hojas doradas.
Las figuras de algunos paisanos recogiendo madera se deslizaban como misteriosas sombras oscuras, mientras que el tocado blanco de una mujer inclinado para recoger unas pocas ramitas de repente se alzaba del profundo marrón rojizo de la tierra. Una capa capturó la luz, una sombra fue arrojada, y la oscura silueta de un hombre apareció alta en el filo del bosque.
El tocado blanco, los hombros y el pecho de la mujer se alzaron contra el cielo. Las figuras eran grandes y llenas de poesía y, en el crepúsculo de profundas sombras, parecían terracotas gigantes fabricadas en el estudio.

Fuente: Museo Van Gogh, Amsterdam
Tiene un señalado encanto
Así describo la Naturaleza para tí. ¿Hasta dónde puedo representar el efecto en mi boceto?, no lo sé. Solo puedo decir que estaba afectado por la armonía del verde, rojo, negro, amarillo, azul y gris. Era bastante parecido al estio de De Groux; el efecto era ese en el boceto de Depart du Conscrit.
Pintarlo fue una tarea hercúlea. Solo en la tierra utilicé un tubo grande y la mitad de otro de blanco; y aún así es todavía muy oscuro. También empleé rojo, amarillo, amarillo ocre, negro, siena puro y bistre – y el resultado es castaño rojizo, que varía desde un intenso rojo vino a un delicado rosa pálido.
Es muy complicado obtener el color del musgo y el efecto del pequeño filo de hierba fresca que resplandecía tan brillantemente a la luz del sol. Créeme, este es un boceto del cual, si se puede decir eso, la gente pensará algo, porque tiene un señalado encanto.
Exprimí directamente de los tubos las raíces y los troncos
Mientras trabajaba en él, me dije a mi mismo: “no bajes tu paleta hasta que tu imagen parezca tomar parte del ambiente de una tarde de otoño, hasta que esté imbuida de misterio y cierta profunda honestidad”.
Pero, intentando no perder el efecto, tengo que trabajar con rapidez. Las figuras están pintadas rápidamente con unos pocos vigorosos y firmes golpes de pincel.
Estaba encantado con la forma recia en la que los troncos de los árboles agarran sus raíces en la tierra. Empecé a pintarlos con el pincel y no conseguía plasmar el carácter de la tierra que estaba ya extendida con un color espeso, –un trazo de pincel se desvaneció en la nada.
Por este motivo exprimí directamente de los tubos las raíces y troncos, y entonces los modelé un poco con el pincel. Y ahora, en efecto, permanecen en el suelo, y crecen de él, y las raices agarran firmes en él.
Sé que la Naturaleza me dijo algo
En cierto sentido, estoy encantado de que nunca aprendiese a pintar. Si lo hubiera hecho, quizá habría aprendido a pasar por alto tales efectos. Ahora me digo, “¡No! –esto y solo esto debo tener, y si es imposible, bien entonces, es imposible, eso es todo. Lo habré intentado aunque no sepa la forma correcta de hacerlo”.
Realmente no sé cómo pinto. Armado con un tablero blanco me sitúo en frente del punto que me interesa, contemplo qué se despliega ante mí, y me digo “ese tablero blanco debe convertirse en algo”.
Regreso a casa insatisfecho con mi trabajo, pongo el tablero fuera de mi vista, y tras tomar un pequeño descanso, vuelvo al trabajo, casi con recelos de ver qué apariencia tiene.
Pero incluso cuando no estoy satisfecho, la gloria de la Naturaleza está aún vívamente estampada sobre mi mente. No obstante, encuentro en mi trabajo cierta reverberación de aquello que me fascinó. Sé que la Naturaleza me dijo algo, que me habló, y que yo recogí su mensaje a vuelapluma.

Estoy seguro de que tengo el sentido del color
Quizás mi transcripción taquigráfica contenga palabras que son indescifrables; probablemente también hay faltas y omisiones en él; aún así parece poseer algo que el bosque, la playa o las figuras dijeron. Y esto nunca es un lenguaje domesticado o convencional que no haya brotado de la Naturaleza misma.
Como puedes percibir, me estoy introduciendo en cuerpo y alma a la pintura, y estoy profundamente comprometido en el estudio del color. Hasta el momento me había mantenido apartado de ello y no lo lamento.
Si no hubiera dibujado, no podría sentir nada por una figura que parece una terracota incompleta, ni podría haber empezado a pintar tal cosa. Ahora, sin embargo, siento que estoy en medio del mar –ahora debo dedicarme a la pintura con toda la fuerza a mi alcance.
…Estoy seguro que tengo el sentido del color, que iré adquiriendo más y más, y esa pintura está en la médula de mi ser.
Lo que me hace mayor bien es pintar
No se trata del uso extravagante que el pintor hace de la pintura. Pero, con la idea de vigorizar un trozo de tierra y de hacer el aire claro, uno no debe ser quisquilloso sobre un tubo o dos. A menudo, el simple espíritu de lo que uno está pintando te lleva a pintar en una capa fina; y en otras ocasiones el tema, la exacta naturaleza de las cosas mismas, te obliga a desplegar el color densamente.
En el estudio de Mauve –a quién comparé con J. Maris, e incluso en el más alto grado con Millet o Jules Dupré, usan la pintura muy moderadamente– hay muchas cajas de cigarros llenas de tubos vacíos como las botellas vacías en una esquina de la habitación después de una pelea nocturna (como Zola describe tal función, por ejemplo).
Me preguntas por mi salud. ¿Cómo está la tuya?. Debería decir que mi tratamiento te vendría bien –por ejemplo, salir al aire libre y pintar. Estoy bastante bien. Tengo que soportar una pequeña fatiga, pero en general me siento bastante mejor. Creo que es bueno para mí llevar este tipo de vida moderada. Pero lo que me hace mayor bien de todo es pintar.
Noticia del libro
Este fragmento está extraido de una de las cartas que el pintor Vincent Van Gogh escribió a lo largo de su vida su hermano Theo, Una selección de estas cartas fue reunida en el libro The letters of a post-impressionist, versión traducida del alemán al inglés por Anthony Mario Ludovici en 1913. Las cartas habían sido previamente traducidas del holandés al alemán por Margarete Mauthner.
La traducción del inglés al español es mía.
Las cartas de ambos hermanos fueron en primer lugar recopiladas y traducidas por la viuda de Theo Van Gogh, Johanna van Gogh-Bonger. Ella y su hijo Vincent son los fundadores del Museo Van Gogh de Amsterdam. Johanna también publicó la primera edición completa de casi toda la correspondencia del pintor en 1914.
Hoy en día se desconoce el paradero de 550 cartas dirigidas al artista holandés así como de otras 290 escritas por él a diferentes destinatarios. Las ediciones completas actuales incluyen alrededor de 900 cartas dirigidas a/o escritas por Vincent van Gogh.
Imagen de cabecera: El jardín del Hospital de San Pablo de Vincent van Gogh

