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El desafío de garantizar la privacidad mental

Imagen de células neuronales creada mediante inteligencia artificial

La policía del pensamiento será tecnológicamente más avanzada de lo que imaginó George Orwell en la novela 1984. Hasta el punto de que los expertos consideran ya que garantizar la privacidad mental es el principal desafío al que se enfrenta la sociedad ante los avances en la investigación en neurotecnología.

El experimento realizado en 2023 en la Universidad de Austin (Texas, EEUU) con el uso combinado de un escáner de ondas cerebrales y un sistema de inteligencia artificial ha abierto la puerta a la posibilidad de leer la mente humana mediante dispositivos neurotecnológicos no invasivos.

Neurodatos confidenciales

La Oficina de Ciencia y Tecnología del Congreso de los Diputados presentó esta semana el informe Avances en neurociencia: aplicaciones e implicaciones éticas realizado con la aportación de prestigiosos expertos en la materia en el que se alerta de este reto.

El informe, que está disponible completo en este enlace, afirma que:

“El principal desafío ético de la neurotecnología es la privacidad mental. La demostración reciente de la posibilidad de descifrar imágenes y palabras imaginadas utilizando neurotecnología no invasiva indica el potencial riesgo para extraer datos cerebrales o neurodatos confidenciales de sujetos, así como su posible uso comercial por parte de empresas privadas.”

A nadie le puede gustar que una máquina adivine qué está pensando, cómo se siente o reacciona ante determinados olores o ante la lectura de según qué noticias, o qué está pensando mientras mantiene una conversación con otra persona. Por el momento, estas son solo posibilidades, futuribles.

Claro que se están haciendo experimentos científicos, mas algunas terapias médicas. Pero el dosier señala que en pocos años sus aplicaciones abarcarán sectores mucho más amplios de la sociedad.

Imagen de Rafael Yuste

El profesor de Ciencias Biológicas de la Universidad de Columbia (EEUU) Rafael Yuste, participó esta semana en la reunión del Congreso en la que se presentó este informe. En una entrevista con la Agencia Sinc afirma:

“Se han empezado a crear un montón de dispositivos médicos beneficiosos para la sociedad y bien regulados, pero también otros comerciales [gafas, cascos, diademas, brazaletes…] que no lo están. Así surge el problema de la privacidad mental. Actualmente las compañías que recogen nuestros datos neuronales acaparan su propiedad y pueden incluso venderlos a terceros sin ninguna regulación”.

En la imagen, Rafael Yuste, esta semana en el Congreso de los Diputados. Foto: Agencia Sinc (cc by)

Inversiones millonarias

Desde el año 2012 la inversión en el sector se ha multiplicado por 21, sobrepasando los 30 mil millones de euros. El documento avanza que en un plazo de entre cinco y diez años será posible “lograr tecnologías que registren, evalúen, modifiquen y mejoren nuestra mente, capacidad cognitiva y estado de consciencia, entre otras disrupciones”.

Es la investigación médica la que está impulsando actualmente la neurotecnología, sobre todo en Estados Unidos, donde se localizan el 65 % de las empresas más relevantes, “de ellas, el 53 % se centra en desarrollos de dispositivos que sean capaces de leer y modificar la actividad neuronal, casi todas en el ámbito terapéutico”.

El cerebro y sus enfermedades y trastornos son un desafío para la ciencia y la medicina desde hace décadas. Algunos datos incluidos en el documento son reveladores:

“En 2017, 21 millones de personas padecían trastornos cerebrales en la Unión Europea, y como consecuencia fallecieron 1,1 millones de personas. A pesar de que estas cifras son significativas, la comunidad experta considera que solo reflejan una parte de los casos, y destaca la tendencia al alza de enfermedades como el ictus o el alzhéimer. Los costes asociados a las patologías del cerebro en 2010 para la Unión Europea (UE) fueron de 800 billones de euros, de los cuales el 60 % responde a costes directos (médicos y no médicos)”.

Pero la aplicaciones más allá de la medicina estan ya en cartera de grandes empresas tecnológicas. El informe cita, por ejemplo, una patente registrada por Apple “para la medición de actividad cerebral incorporada en un modelo de auriculares inalámbricos”.

De la salud y la educación

Con la idea de conectar el cerebro a una prótesis externa se realizan investigaciones en neuroprótesis que permitan moverse a personas parapléjicas, por ejemplo. Son conocidos los implantes cocleares para recuperar el oído y también se investigan implantes para la retina que permitan ver.

También se realizan investigaciones para permitir saber si pacientes con daño cerebral severo están conscientes o para mejorar la comunicación de personas con parálisis cerebral.

Además de garantizar la privavidad mental, estos avances científicos plantean otros retos éticos, como el de la identidad personal.

Se han documentado casos de pacientes sometidos a estimulación cerebral profunda para paliar los efectos del parkinson que “han dudado de su propia identidad y capacidad de decisión, preguntándose sobre el origen de algunas percepciones o comportamientos”.

O en el campo de la educación, la posibilidad de, mediante estas tecnologías, obtener avances cognitivos que no estarían al alcance de todos:

“El desarrollo de neurotecnologías con este fin puede comportar beneficios en ámbitos como la educación, así como ayudar a la mejora de la salud mental de las personas. Sin embargo, el acceso no equitativo a estas tecnologías puede contribuir a aumentar las desigualdades económicas, sociales, o culturales ya existentes.”

Neuroderechos

La legislación europea y española tiene mecanismos de protección para afrontar estos retos a los que el informe propone incluir lo que denominan “neuroderechos”, entre los que destaca los siguientes:

  • el derecho a la privacidad mental, que protege los datos cerebrales de las personas de la intrusión y uso no autorizado de terceros
  • el derecho a la identidad personal y a la integridad mental, que previene las intervenciones que manipulen la personalidad
  • el derecho al libre albedrío, que garantiza la toma de decisiones de la persona sin influencias externas
  • el derecho al acceso igualitario al aumento cognitivo, para garantizar la dignidad humana, la autonomía y la equidad
  • y respecto a la inteligencia artificial, el derecho a impedir los sesgos que puedan derivarse de un uso deficiente de datos o un mal diseño de algoritmos en neurotecnologías, algo que podría reforzar la discriminación hacia grupos vulnerables.

Más allá de la democracia

Todo esto se plantea desde un prisma democrático porque vivimos en sociedades democráticas. Y aunque la cobertura legal no sea completa, el informe señala que no hay un vacío al respecto: “la falta de legislación específica en la Unión Europea, sin embargo, no significa que dichas tecnologías no se encuentren sujetas a los marcos legislativos de la UE como la Ley de Privacidad y Protección de Datos o la Ley de Inteligencia Artificial (AI Act)”.

Pero no es ciencia-ficción pensar en los usos que este tipo de tecnologías podrían hacerse en países donde el sistema político es otro, donde la Policía del pensamiento de 1984 podría ser una desagradable realidad.

El escritor británico describía las herramientas de esta policía del pensamiento: cámaras de vigilancia, pantallas, confidentes y chivatos, micrófonos y un sistema analítico basado en la psicología criminal. Pero el Gran Hermano aún era incapaz de acceder al cerebro humano, a la intimidad de sus pensamientos y deseos.

Los avances en neurotecnología dejan en pañales la distopía orwelliana.


La imagen de portada está creada mediante inteligencia artificial con la siguiente instrucción: Células neuronales representadas como un catálogo de colores diferentes.

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