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José Manuel Benítez Ariza: “Mi pintura también es autobiográfica”

Imagen del escritor José Manuel Benítez Ariza pintando

Hay en la actividad pictórica del escritor José Manuel Benítez Ariza un empeño de ordenar el desván de la mente. Desván y memoria comparten la cualidad de ocultar cosas bajo el manto del tiempo. Y de acumular vivencias. “Mi pintura también es autobiográfica”, afirma en esta entrevista.

Hablamos de Garabatos, su último libro publicado por ahora, a finales del último verano. Un libro en el que se alternan imágenes y palabras: reproducciones de sus propios dibujos y acuarelas y con ellos una sucesión de textos breves que amplían la perspectiva espacial de sus pinturas.

Vídeo y fotografías: Santiago Pérez

Me digo que el tiempo y sus desvanes salvarán los libros raros. Seguro. Por eso cada vez que tengo uno a mi alcance, lo compro. Garabatos lo vi por primera vez en la feria de arte In Situ, celebrada este mes en Puerto Real. Estaba sobre una mesa con otros libros del autor, acuarelas, dibujos.

Al otro lado, atendiendo al público que curioseaba, José Manuel Benítez Ariza sonreía tocado con una británica boina gris y, parapetado tras un cuaderno, dibujaba.

Un experimento

Garabatos “es un libro difícil de definir, básicamente es un experimento”, dice. Está publicado por Apeadero de aforistas, una plataforma sin ánimo de lucro que se dedica a impulsar eventos y publicaciones de este género breve.

Como periodista y como lector, lo primero que aprendí de sus textos es que la brevedad está reñida con la rapidez: Benítez Ariza invita a pensar hondo con su proverbial sencillez y claridad. Un ejemplo es el título, ya la sola palabra evoca dos actividades tan distintas, aunque más cercanas de lo que pudiera parecer, como son las artes plásticas y la literatura.

“Tanto los textos como las imágenes son perfectamente autónomas, pero es cierto que cuando interactúan añaden mutuamente dimensiones los unos a las otras”

Hablando de pintura

“A la pintura la he rehuido mucho. Yo pintaba cuando adolescente, pintaba como ahora, un pintor autodidacta, tenía amigos que también pintaban, pero cuando empecé a escribir con intención de publicar aquello absorbió por completo mi tiempo y energía y dejé de pintar muchos años”.

Con el tiempo llegó su hija y el dibujo se convirtió en el lugar perfecto para la comunicación entre ambos. Ella es ahora graduada en Bellas Artes y el escritor se ha reenganchado al tren de los pinceles.

“Quise abandonar la pintura, la abandoné de hecho por un período de quince años pero estaba ahí buscándome a través de mi hija, a través de la Sierra de Cádiz, a través de mis amigos pintores”.

Amigos como el poeta jerezano José Mateos, acuarelista que ha expuesto ya su trabajo artistico, o la poeta Susana Benet. Pero también nombres históricos en esa simbiosis entre literatura y pintura o viceversa como Ramón Gaya o Rafael Alberti.

Imagen del libro "Garabatos"

El sobrino de Manuel de Falla

La Sierra de Cádiz está muy presente en los libros de poemas de Benítez Ariza. Basta citar dos titulos como Cuaderno de Zahara o Cuaderno de Benaocaz. Sus habituales estancias en Benaocaz le permitieron conectar con el grupo de artistas que trabaja en la zona.

“Hay una escuela pictórica ahí muy potente”, afirma, y señala la aportación decisiva que tuvo en ella el pintor salvadoreño Pierre Matheu, sobrino de Manuel de Falla que “aportó a los pintores locales las grandes lecciones del postimpresionismo”.

El escritor ha participado en concursos de pintura al aire libre y se ha relacionado con artistas de la Sierra. Relación que ha sido un acicate para un autor que, como artista plástico, está en constante aprendizaje.

No me considero un pintor hecho, soy un aprendiz porque me falta formación, me faltan años de práctica, soy un autodidacta pero he encontrado en esta actividad un complemento muy útil para mi labor literaria, también para mi economía mental”.

Y de este modo abre huecos en el desván:

“…pintando, la mente queda libre para que acudan a ella motivos para poemas”

Más allá de la escritura a mano

En los tres últimos libros de poemas publicados por el escritor gaditano, Arabesco (2018), Realidad (2020) y Laberinto (2022), “hay un diálogo bastante palpable entre lo que es pintura y lo que es escritura”.

Hace mucho tiempo que escribe en un ordenador, de modo que el acto manual de escribir lo ha trasladado al acto físico de pintar:

“La pintura aporta mucho al que la ejecuta porque exige una interacción de mente y cuerpo que consigue que cualquier otra preocupación, incluso molestias físicas que puedas tener, cualquier cosa que interfiera se olvida cuando uno pinta”.

Pintando la propia vida

Es más, dice, “la escritura está demasiado cercana a ese runrún que tenemos en la cabeza constantemente”. Salvo excepciones “la escritura no termina nunca de hacerte desconectar de la realidad y eso también es bueno porque la escritura implica un cierto compromiso con la realidad”.

Y a pesar de esa desconexión, lo que José Manuel Benítez Ariza pinta, asegura es su propia vida:

“El fundamento de mi escritura es autobiográfico. Mi pintura también es autobiográfica. Aunque no sea pintura de situaciones anecdóticas, te podría contar mi vida de mis últimos años con mis cuadernos de dibujo por delante o con mis pinturas ordenadas por fecha. Ahí están lugares que frecuento, mis viajes e incluso circunstancias tan particulares como la pandemia”.

Y en esa experiencia vital está también Edgar Alan Poe, uno de sus autores de referencia. Lo recuerda al hablar de la cualidad grotesca o de arabesco que parece tener un garabato. Lo parece solo. Hay que detenerse y observar con pausa. Nada de prisas.

“El garabato no tiene sentido hasta que uno lo mira bien, uno lo sigue, uno obedece a su impulso y empieza a sentir que ese garabato va a alguna parte”.

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