Hay artistas que necesitan la soledad, el recogimiento, para trabajar. Pepe Baena no. “Siempre estoy pintando con la puerta abierta”, dice. La gente pasa por delante de su estudio en la calle Cobos, muy cerca de la catedral, mira curiosa por los grandes ventanales que dan a la calle, luego siguen adelante. O entran.
Si alguna persona se decide a pasar, le franquea el acceso sin problema. Aunque la puerta, efectivamente, está abierta, y su estudio es transparente visto desde la calle, el visitante no deja de preguntar con sorpresa un “¿Se puede?”. Claro, pase.
Si se tercia, el joven pintor gaditano habla con el visitante curioso. Si no, continúa abstraido en la pintura en la que esté inmerso en ese momento. Viéndole pintar duda uno cuánto de verdad hay (había) en la queja de tantos escritores que se molestaban porque sonaba el teléfono o llamaban a la puerta cuando estaban trabajando. Esas interrupciones inesperadas. De todos modos no es lo mismo escribir que pintar, aunque pueda parecerlo.
Trabajar con la mirada
Pepe Baena (Cádiz, 1979) se dedica profesionalmente a la grabación de imágenes para televisión. Estudió imagen y sonido y empezó a trabajar como operador de cámara en la televisión local. Ahora lo hace para el servicio de vídeo de la Diputación de Cádiz. Y dice que le encanta, que no dejaría ese trabajo por la pintura.
Escuchándole hablar me recuerda lo que decía el poeta T.S Eliot a propósito de su empleo como oficinista bancario, esa necesidad de ganarse la vida fuera del arte para posibilitar la libertad del arte: “No está pagado poder pintar y no tener que vender para vivir”, sostiene Baena.
Hay en esta idea el afán de disfrutar de lo que uno hace. Y también un profundo respeto por el arte, por el suyo propio y por el de cualquier otro pintor.
No sé hasta qué punto se ha contagiado de ese carácter bonachón y reservado de uno de sus maestros, Ortiz Ventura. Pero oyéndole hablar y, sobre todo, mirando el brillo socarrón de sus ojos, el observador atento detectará que algo hay, sea complicidad en el carácter o coincidencia de puntos de vista al ponerse a pintar. A pesar de las evidentes diferencias entre la obra de ambos. Pero eso es tarea para los críticos y no para un observador ocasional como yo.
Arte+libertad=diversión
La ecuación se repite una y otra vez. Pareciera como si el artista sufridor y compungido, atormentado por la maldad o la aspereza del mundo, hubiera pasado a un segundo plano en estos tiempos. Baena no está en ese camino, el suyo es el de disfrutar pintando y, al mismo tiempo, hacer disfrutar a quien contemple sus obras y se las lleve a casa para que el momento no sea efímero o circunstancial.
“Yo siempre tengo que pintar lo que me apetece, porque si no es que no puedo, no puedo pintar como si fuese un trabajo”.
Y como comprador, recomienda el mismo criterio: comprar lo que te guste, no pensando en que pueda ser una inversión a futuro. Y aún cuando reconoce que se ha arrepentido de haber adquirido hace años cuadros que ahora no le gustan, se ríe al comprender que fue la jugarreta de un duende, el de la inexperiencia.
“Ahora que entiendo un poco más no compraría cuadros que he comprado antes”. dice
La ecuación arte+libertad=diversión podría ser una ecuación no solo sureña, sino casi exclusivamente gaditana.
La tecnología como trampolín
Trabaja en Cádiz porque en Cádiz se vive bien, aunque reconoce que el 90 por ciento de sus compradores son de fuera de la ciudad: “aquí no se vive de la pintura seguro”.
Para él es fundamental dar a conocer sus cuadros a través de las redes sociales, lo que le ha abierto las puertas de galerías de Madrid y Amsterdam, además de una potencial cartera de compradores y coleccionistas. Siguiendo las reacciones de sus seguidores en instagram o twitter se comprende inmediatamente que lo que pinta gusta, y gusta mucho.
Él cree que sus pinturas conectan con la gente porque son la plasmación de recuerdos familiares y cotidianos, escenas que están en la vida de todos. No hay grandilocuencia, ni playas en Bali, ni paseos a caballo. Hay platos de pescado frito, retratos de sus hijos, las paredes blancas que reflejan todo el sol del sur.
Esas imágenes de pueblos blancos formarán parte de la exposición que acogerá este verano la galería La Veracruz de Vejer de la Frontera. Y después, en otoño, sus escenas familiares ocuparán las paredes de la Sala Rivadavia de Cádiz. Dos citas que no dejarán indiferente a los visitantes, como sus pinturas no dejan indiferentes a sus seguidores en las redes sociales.
Nada de fotos
Odia que le digan que sus obras parecen fotografías. Aunque sean la base de sus cuadros. Aunque trabaje con imágenes de video, que es su quehacer profesional. En las fotos no se aprecia la pincelada, el trazo, el color: “La pintura hay que verla al natural, cambia un montón”.
Los aficionados y profesionales del arte lo saben. Mirando las que tiene en su estudio, a mí no me parecen fotografías, me parecen pinturas, obras de arte. Hay una diferencia. Incluso en la técnica hiperrealista de Antonio López, con quien algún periodista ha llegado a comprararle, se advierte al natural que es una obra de arte, aunque no sepamos decir exactamente qué convierte esa imagen en arte. Ese es el toque de cada autor, de cada pintor.
Tengo que reconocer aquí que parte de las secuencias de vídeo que ilustran esta entrevista las realizó el propio Pepe Baena. Le explicaba yo mi dificultad para distinguir con claridad entre tantos cuadros diferentes. Ni corto ni perezoso agarró el teléfono móvil y grabó el mismo varias tomas. Señal de que le gusta su trabajo. Y señal también de un carácter abierto y acogedor. Mucho de ese carácter hay también en su pintura.