Este diciembre se cumplen 25 años de la publicación de Diario de Argónida, uno de los poemarios más destacados en la bibliografía del escritor jerezano José Manuel Caballero Bonald.
Su aparicición en las librerías, cuando el escritor había cumplido 71 años, rompía un silencio poético de trece años, pero no literario puesto que en en el interin había publicado las que fueron sus dos últimas novelas y su primer libro de memorias.
Por aquel entonces Luis García Montero diría de este que era el mejor libro de poemas de su autor, o el crítico Víctor García de la Concha que contenía la palabra de un maestro, afirmaciones ambas recogidas por el poeta Juan Carlos Abril en la revista de estudios hispánicos Pasavento.
Algo cambió
El propio Caballero Bonald reconoció un antes y un después de su poesía a partir de la publicación de este libro:
“Marca una etapa en mi obra poética. A partir de ahí algo cambió. Yo creo que hubo una orientación nueva en tanto que construcción verbal del sentido del poema”
Palabras pronunciadas en la presentación de una edición para coleccionistas de Diario de Argónida ilustrada por Luis Manuel Fernández bajo el auspicio editorial de Pedro Tabernero.
Veinte años antes, en aquel diciembre de 1997 la periodista Trinidad de León le preguntaba para Abc qué había cambiado respecto a sus libros anteriores y el autor señaló “la ironía, un humor perceptible, algo que muestra que se está un poco de vuelta de todo”.
Diario poético y un lugar mítico
Que Argónida quede asociado a esta obra “quizá no resulte del todo razonable” escribió Caballero Bonald en la nota incluida al final del libro, porque los personajes que pueblan los poemas se mueven en un mundo real y sus vínculos con el terrirorio ficticio “deben entenderse como meras licencias poéticas”.
Quienes hayan leído Ágata ojo de gato, la novela que da carta de naturaleza a la Argónida, entenderán con mayor precisión estas palabras. Ágata ojo de gato es la representación fiel del territorio mítico que crea Caballero Bonald inspirado en Doñana. Un mundo sustentado en un lenguaje que hizo propio.
En una entrevista digital con los lectores de El país celebrada en 2012, meses antes de recibir el Premio Cervantes, uno de los participantes le preguntó por qué escribió esta novela y cómo la veía cuarenta años después:
“Es la novela mia predilecta. La escribí como una reacción personal contra las amenazas que se cernían sobre el coto de Doñana, sobre su integridad ecológica y quiere ser como la sustitución de una realidad por una leyenda. Es una novela basada fundamentalmente en el lenguaje, en un lenguaje que pretende reproducir el esplendor y la miseria de una tierra para mí sacral.”
Y aunque hay referencias a ese territorio en varias de sus obras, en ninguna de forma tan explícita como en este Diario publicado dos décadas después de la novela.
El recuerdo como ficción
Diario de Argónida, como señala Juan Carlos Abril en el artículo citado, es un libro que versa sobre el paso del tiempo y sobre la creación literaria.
En varios de los poemas se hace referencia a ese territorio misterioso, en cuanto que espacio físico observado y recordado por el poeta desde su casa en la playa de Montijo en Sanlúcar de Barrameda, al otro lado del río Guadalquivir.
Pero hay otra Argónida, a mi juicio, la Argónida interior, el territorio de la propia vivencia del poeta convertida en recuerdo irreal, en tanto que ficticio como reconoce el en el último verso del extraordinario poema titulado Soliloquio:
“Evocar lo vivido equivale a inventarlo”
Idea que por cierto, reiteró en el discurso de recepción del Premio Cervantes en 2012.
Ese mundo interior mezcla de lo vivido, imaginado, creado, es la materia prima de los poemas que componen Diario de Argónida. Están las preocupaciones de Caballero Bonald, entre ellas las que cita Juan Carlos Abril, pero lo que sustenta todo es, de nuevo, el lenguaje empleado por el autor y que confiere un estilo absolutamente personal a sus escritos.
Mis reflexiones más íntimas
El ilustrador Luis Manuel Fernández, que realizó sesenta dibujos en acuarela y gráfico de la edición conmemorativa de los veinte años del libro, lo advirtió. Leer sus poemas, explicó el artista, “invita a explorar un mundo interior tan rico y lleno de matices que llaman a las imágenes del pintor”.
En la entrevista ya citada a Abc, recién publicado el libro, recalca esta idea él mismo:
“En este libro me siento muy expresado, porque está lo que yo soy. He volcado en él mis reflexiones más íntimas”.
Muchos acontecimientos han ocurrido desde que se publicó por primera vez este diario poético hace 25 años, entre ellos la desaparición física de su creador. Pero aquí sigue lo escrito, inalterable ya, presente entre nosotros como una invitación a adentrarnos en lo que fue su autor, su pensamiento, su ideario y su imaginación.