Las reuniones de la comunidad de vecinos son un tostón. Se alargan horas, se producen a menudo discusiones intrascendentes, por no decir cosas peores, a veces los problemas se aplazan a la siguiente cita, cuando no se eternizan, pero es conveniente ir porque nuestros intereses forman parte de esa comunidad.
Hay quien cree que se puede permitir no estar, pero corre el riesgo de quedarse fuera de la toma de decisiones. Les importa un bledo. Aunque su casa esté en juego.
A menudo he pensado que los medios de comunicación reflejan esa dinámica: un lugar común en el que se exponen —o deberían— las últimas informaciones que afectan a los miembros de la comunidad y sus intereses. Y los vecinos, los lectores en este caso, acuden a leer las noticias. En un escenario ideal, claro.
Los medios serían como el administrador de fincas que ofrece toda la información relativa a la comunidad, pero los votos se hacen en otro lado: En el colegio electoral. Para ser precisos, los medios no son los administradores, tan solo unos intermediarios entre estos y sus administrados. Su función es clave para que la comunidad funcione.
750.000 suscriptores
Y como en el caso de las reuniones de la comunidad de vecinos, leer las noticias y estar informado —lo más fielmente posible— no es un entretenimiento, aunque a veces lo sea, sino un deber ciudadano, a mi entender, claro.
Pensaba todo esto a propósito del informe anual que desde hace once años publican el Instituto Reuters y la Universidad de Oxford. El informe ha cuantificado en España 750.000 suscriptores de pago a medios de comunicación online y offline. ¿Cómo de relevante es esta cifra?
Si la comparamos con la población española, más de 47 millones de personas, puede parecer nimia. Pero es engañoso. No hay 46 millones y pico de españoles desconectados de las noticias.
En realidad son 46 millones y pico a los que les basta y les sobra la información en abierto de televisiones, emisoras de radio y medios online gratuitos o semigratuitos. Cuando la necesitan.
Pero es llamativo, como se ve en el cuadro siguiente, que en muchos países está aumentando desde hace años el porcentaje de personas que prefiere evitar las noticias.
Ofrecer información valiosa
Y aunque 750.000 españoles estén pagando por tener más y mejor información (un 90% más que en 2020, aunque sólo un 12% del total) la cifra no es para tirar cohetes, pero es sin duda un patrimonio que los medios deberían valorar y cuidar. ¿Cómo? No ofreciendo noticias de ovnis, por ejemplo.
El número de suscriptores podría ir a más en los próximos años con un público ahora joven acostumbrado a pagar por juegos y servicios online desde pequeños.
Solo hay que poner en el mercado un producto interesante, es decir que ofrezca una información de valor, seria, comprometida con la ciudadanía y a ser posible —esto es casi una utopía—, independiente.
La audiencia tiene muchos más espacios y muy divertidos en los que entretenerse que no son los medios. Así que estos no tienen que estar haciendo el ganso para llamar la atención. Publicando noticias de ovnis, por poner solo un ejemplo.
El tobogán del papel
El citado informe —aquí pueden leer el resumen ejecutivo en español y aquí los datos específicos de España, dónde encontrarán más información y gráficos interesantes además de los que he añadido aquí—, confirma algunas tendencias en una perspectiva de diez años.
Destaco tres: la primera, que el papel sigue en caída libre como fuente de noticias y ha perdido la mitad de su público en la última década (ha pasado del 61 por ciento al 26 por ciento),
La segunda, que en estos años apenas varía la preferencia del público por informarse online y además a través del móvil, un 75% de la audiencia, una de las cifras más altas de los 46 países (mercados) analizados en el informe.
Y la tercera, se confirma algo que era un secreto a voces, la progresiva pérdida de interés por la televisión tradicional como fuente de noticias. En 2015 más del 80 por ciento de la audiencia recurría a ella. Ahora no llega al 60 por ciento.
Llama la atención, como señalé anteriormente, que el publico en general, no solo en España, haya perdido interés en las noticias. Los autores lo achacan a fátiga informativa y otras causas, como la dificultad para seguir ciertos asuntos por su complejidad. En definitiva, gente que pasa de las noticias por una u otra razón. Y aumentando.
Leer las noticias, según y como
Pero una cosa es no leer las noticias porque son un tostón, aunque sean importantes, y otra muy diferente es no leer las noticias porque son irrelevantes para mis intereses y los de mis seres queridos.
Me parece —y aquí vuelvo a mi reflexión inicial y me aparto del informe de Reuters— una pregunta clave que deberían hacerse los responsables de las redacciones al planificar los contenidos que ofrecen a sus audiencias: ¿Son relevantes las noticias que publicamos?
Partiendo de la idea de que la política es un asunto importante, si no el más importante de la agenda informativa y ciudadana, es curioso que tanto los medios de comunicación como los partidos políticos enfrenten dilemas parecidos, aunque con términos diferentes, que acaban convirtiendo los debates en un espacio antipático para buena parte de la audiencia.
Dilemas irresueltos
El dilema del medio de comunicación es: si no vendo tengo que cerrar, en consecuencia tengo que publicar lo que sea para atraer lectores, aunque ese “lo que sea” puedan ser, digamos, noticias sobre ovnis. Noticias estas muy relevantes —ironía dentro, que ahora ya no se lee entre líneas y hay que explicarlo todo— para mis intereses.
En los partidos políticos el dilema existe, pero en otros términos: partiendo del hecho de que una persona, lealmente, se mete en política para mejorar el mundo de acuerdo con sus ideales, se topa de bruces con el obstáculo mayor de que si no atrae suficientes votantes, no puede gobernar e intentar transformar el mundo. Luego, ¿qué va primero, atraer a los votantes o defender los ideales con unos métodos respetables y serios? ¿Y cómo llamar la atención de los votantes respetándolos?
Ahora junten los dos dilemas e imaginen el resultado. Tampoco hay que hacer mucho esfuerzo: lo vemos a diario. Entre unos y otros se comportan como el uroboro, ese ser mitológico que inutilmente se devora a sí mismo, Cuando se den cuenta, lo mismo ya no queda nada.
Más información: Digital News Report 2022
Imagen de cabecera: Sumanley xulx en Pixabay