La guitarra Pikasso de 42 cuerdas que usa Pat Metheny parece el arpa de un antiguo músico griego. Y él mismo también lo parece. Verlo asomarse al escenario del Teatro de la Maestranza de Sevilla con sus pobladas melenas grises y su no menos deslumbrante sonrisa blanca desencadenó una ovación de aplausos digna de un maestro. Lo fue, teniendo en cuenta que el guitarrista ni siquiera había empezado a tocar.
Tras saludar, el músico cogió su Pikasso, se sentó en el taburete y empezó su tarea de hipnotizador. El sonido de Metheny recuerda a veces los azules y amarillos del Mediterráneo, brilla con esos matices envolventes, veraniegos y submarinos que tenían las originales arpas de la Grecia clásica, que se construrían, casualidad o no, con caparazones de tortuga.
Fue una improvisación de este estilo, en solitario, que bien podía ser una declaración de intenciones. Multifacético e imprevisible como un duende de la música. Una versión moderna de Apolo y su arpa cautivando al público desde el primer instante en que todo comenzó a sonar.
Mejores días por venir
Al acabar esta presentación, con un agilidad digna de un hombre veinte años menor —el músico de Kansas tiene 68 tacos que no se le ven por ningún lado—, se puso en pie, cogió su guitarra Ibanez y entraron al escenario los dos instrumentistas que le acompañan en esta gira europea, el pianista Chris Fishman (Los Angeles, 1997) y el batería Joe Dyson (New Orleans, 1989).
Será por la juventud, por las ganas o será por la oportunidad de tocar junto a Pat Metheny, pero ambos estuvieron excelsos, aplicándose con una plenitud de energía en los teclados y con las baquetas que electrizó al público en varios momentos del concierto, Ambos reunen tanto talento como juventud y futuro.

Es destacable que esta gira, en torno al disco “Side-eye”, que traducido sería algo así como “De reojo” aunque sin la connotación negativa del término, tiene como eje la pretensión de visualizar, de poner en valor a jóvenes músicos de la ciudad de Nueva York, en la que Metheny reside.
La idea es genuina de su caracter por dos razones: lleva toda la vida buscando caminos nuevos y siempre tuvo interés por transmitir su conocimiento. De hecho, con apenas 18 años ya daba clases en el prestigiosa Berklee College of Music.
Dice a propósito en su web:
“Quería crear una plataforma regular en la que albergara una selección variable de las nuevas generaciones de músicos que han captado mi interés a lo largo del camino. Desde mis comienzos en Kansas en adelante tuve la suerte de ser contratado y acompañar a muchos viejos músicos que me dieron la oportunidad de desarrollar mi propio estilo a través de su experiencia y las exigencias que su música implicaba”
Hay en ese interés curiosidad y búsqueda de los derroteros por los que se desarrollan sus propias composiciones puestas en manos de las jóvenes generaciones.
Mejores días por venir
La interpretación de los temas del disco, en las que Metheny usó en el Maestranza no solo su Ibanez, sino también ese sintetizador electrónico al que él mismo se resiste en denominar guitarra, ocupó buena parte del espectáculo.
Temas como el Turnaround de Ornette Coleman o Timeline, ambos de indudable factura jazzística, se fueron alternando con otros más cercanos a ese estilo New Age tan en boga cuando Metheny empezó su escalada a la fama, pero siempre por el camino del jazz como Zenith blue.
Mención aparte merece la reinterpretación que hace en este disco, y en el recital de Sevilla se puedo ver en vivo, de temas que estaban en el origen de su carrera discografica como Bright size life y en especial Better days ahead.

La versión primigenia de este último tema, incluida en el disco Letter from home, tan pegadiza, alegre y sí, comercial, aparece ahora transformada, sin perder su línea melódica, en una creación mucho más sincopada; su tono ya no es tan alegre y despreocupado, sino más melancólico, más jazzístico también. Hay un sello de maestría que, a mi juicio, la hace superior a la versión original.
Bright size life fue el título del primer LP (1976) liderado por Metheny en el que estuvo acompañado por el mítico y tristemente desaparecido bajista Jaco Pastorious y el batería Bob Moses. A pesar de los años transcurridos, la música del tema que dió título a este primer trabajo del guitarrista conserva no solo su brillo original, sino que parece compuesta ayer mismo. Esta cualidad es reveladora de la visionaria originalidad del compositor estadounidense.
Fiel a la música
Creo que quienes piensan que Pat Metheny siempre toca lo mismo se equivocan. Hay al menos tres músicos distintos rastreables en su carrera discográfica: el compositor que ha creado un sonido propio, inconfundible y facilmente reconocible en Minuano (Six eight) o Are you going with me por ejemplo.
Después está el intérprete de esos solos que ejecuta con diáfana sensibilidad cuando toca la guitarra española o la guitarra acústica de cuerdas metálicas. Poco se prodigó en este aspecto en su recital de Sevilla, con One quiet night y alguna balada más.
Y en tercer lugar está ese músico que despliega un extensísimo repertorio de jazz moderno, atonal a veces, libre siempre, en el que el ritmo protagoniza por encima de cualquier otro rasgo cada interpretación y en el que cabe toda la música que es posible componerse e interpretarse hoy en día.

Este último Metheny protagonizó buena parte del recital de Sevilla con temas como The Red One, que el guitarrista incluyó en el disco que grabó a dos guitarras con John Scofield para el sello Blue Note, y otros de Eye-side como It starts when it disappears.
Si los espectadores esperaban un recital amable y melódico en el que predominara esa versión más comercial y más sensible de Metheny, el duendecillo de Kansas no estuvo nada complaciente con ellos.
Fiel a la música en la que cree, siempre abierta, siempre explorando nuevas posibilidades, todo el recital fue una multifacética expresión de fuerza y autonomía creativa en la que no estuvieron a la zaga sus jóvenes acompañantes.
Sorpresa final
Sin embargo, el público andaluz —de los seis conciertos de su veraniega gira española, sólo este recaló al sur de Despeñaperros— estaba rendido desde el primer momento y lo estuvo hasta el final. Así se podía deducir de las ovaciones al terminar y tras cada bis, con los espectadores de pie aplaudiendo y saludando.
El propio Teatro de la Maestranza, en sus redes sociales, destacó días después la acogida dispensada al guitarrista, esperado desde hace tiempo. Esta gira, prevista para la temporada 20-21, se ha aplazado en dos ocasiones debido a las restricciones impuestas por la pandemia del covid-19. Circunstancias imprevisibles.
Imprevisibles como el propio Metheny. Cuando ya el público estaba empezando a desfilar hacia las puertas de salida pensando que había interpretado su último bis, cogió la guitarra española, se sentó en el taburete e interpretó esa maravillosa versión que toca a solas del And I love her de los Beatles. En un segundo se pasó del rumor de los primeros comentarios al salir a un silencio que se podía tocar con las manos.
Tal vez pensó que después de tanta energía liberada durante las dos horas y media de recital los oyentes necesitarían un calmante. Tal vez fuese un bis programado. Díficil de decir. Como aficionado a la guitarra me inclino por pensar que también era una declaración de intenciones. Como la del inicio y su Pikasso. Una forma de decirnos, ¡mira qué fácil es!. La cruel inocencia del genio.
Nota del editor: Las fotografías que ilustran esta crónica no están sujetas a la licencia creative commons del sitio: © Guillermo Mendo – Teatro de la Maestranza.