Si alguien tuviera el atrevimiento o la osadía de bautizar el bastón de Antonio Machado, es probable que se dediciera por nombrarle “caminante”. Con esta palabra comienza uno de sus versos más famosos. Ya saben, “se hace camino al andar”. Y además rima con “Rocinante”, otro andariego soñador de espacios abiertos.
El bastón de Antonio Machado tiene caracter icónico, en mi opinion, gracias a una fotografía realizada por Alfonso en diciembre de 1933. La imagen se publicó al mes siguiente en el periódico La libertad de Madrid para ilustrar la entrevista “Deberes del arte en el momento actual” que le hizo la periodista Rosario del Olmo.
De los cuatro protagonistas de la foto: Braulio, el camarero del madrileño Café de las Salesas donde se encontraron, la periodista que aparece en la imagen original (siempre recortada, por cierto), el fotógrafo y el poeta sevillano, sólo la figura de este último perdura en el imaginario colectivo aferrado a su bastón.
Se ha repetido tantas veces que es inevitable su recuerdo persistente. Pero también es cierto que la expresión del poeta, que en la foto tiene 58 años de edad y a quien le restan poco más de cinco años de vida, está llena de matices y de recorridos interpretables. Matices de lo memorable.
Imagen icónica
El bastón ha perdurado en el tiempo, pero no así el sombrero, a pesar de que es la única imagen conocida en la que Antonio Machado aparece con él: no lo usa en los retratos que le hizo su hermano José, ni en el que le hizo Joaquín Sorolla, ni tampoco en el de Leandro Oroz, dibujado en 1925 y en el que sí aparece el bastón, que Machado ya usaba a la edad de cincuenta.
El pintor Ramón Gaya sí usó la fotografía del Café de las Salesas para ilustrar la portada de una de las ediciones que Cátedra hizo del Juan de Mairena. Una bella estampa, evidente el sombrero, apenas esbozado el bastón, así el rostro del poeta, que luce una no-sonrisa, como la Gioconda.
Con el paso del tiempo ha sido el bastón, guía necesaria del caminante, la pieza que se conserva. Anécdota que hace justicia a la imagen de Antonio Machado, hombre austero y sencillo de costumbres. Este bastón representa bien su carácter, indagador y curioso, como suelen ser los seres de letras y los caminantes.
Un botón de muestra:
« …yo soy la incorrección misma, un alma siempre en borrador, llena de tachones, de vacilaciones y de arrepentimientos”.
Juan de Mairena.
El largo y feraz camino
Antonio Machado fue toda su vida de aquí para allá, en un intermitente peregrinar por su destino creador y trágico: Sevilla-Madrid-Paris-Soria-Baeza-Segovia-Madrid-Rocafort-Barcelona-Collioure. Se hace camino al andar.
El bastón, apoyo y equilibrio, se ha usado para sondear la profundidad de los fangales, también como defensa o ataque si fuera necesario —baste recordar el bastonazo que recibió Valle-Inclán y que le costó un brazo—, o para intervenir en una discusión e imponer la paz. De ahí la expresión española meter el bastón. Esta última acepción casaría mejor con el carácter pacífico y sencillo del poeta.
En la foto de Alfonso, las manos de Antonio Machado reposan en calma sobre la curva superficie de su empuñadura. Mientras, la periodista hoy olvidada sonríe a la cámara.
El bastón, los escritos del poeta y muchos objetos personales de la familia Machado fueron adquiridos hace algún tiempo por la Fundación Unicaja, que los expone en Sevilla, pero también en otros lugares de Andalucía. Porque conservar un legado de estas características para tenerlo guardado en unos cajones entre cuatro paredes sería una pretensión inútil.
Ahora mismo pueden verse en Cádiz, donde nació el abuelo paterno del poeta, Antonio Machado Nuñez, científico ilustre perseguido por las sotanas de la época por sus ideas liberales y darwinistas. Él, hombre del diecinueve, el siglo en el que nació la fotografía, se retrató como correspondía. También portaba un bastón.
Entre los objetos y manuscritos, la Fundación expone además algunas obras de arte relacionadas con el poeta de autores como Pablo Picasso, Eugenio Chicano, Joaquín Peinado y Equipo Crónica, entre otros, y que ya de por sí merecen una visita a la sala.
Si entran a verla, se encontrarán en primer término la citada foto de Alfonso en el Café de las Salesas, recortada como parece ser ya la costumbre, sin que aparezca en ella la entrevistadora Rosario del Olmo. La periodista era amiga de María Teresa León, que entonces era ya esposa de otro poeta andaluz y republicano, Rafael Alberti. Pero esa es otra historia.
Exposición “Los Machado. Fondos de la colección Unicaja”.
Centro Fundación Unicaja de Cádiz.
Hasta el 25 de febrero.