Es una costumbre antigua de los pueblos costeros asomarse a la orilla del mar y curiosear los restos que va dejando la marea cuando está vaciando. El mar deja cada día, cada noche, sus rastros de vida y de muerte en la arena húmeda.
Hay muchos paseos por las playas de Cádiz en la exposición “Con la tinta del calamar” de Marisa Bascuñana Quirell. Poco a poco fue recogiendo los materiales que dejaba al descubierto la bajamar y con ellos ha creado poco a poco su obra. El tiempo, repetitivo, lento pero constante de la marea, también forma parte de lo que la artista ha construido.
Los materiales empleados son restos de madera de origen desconocido que el oleaje transporta a tierra, estiradas conchas de ensis —aquí se los conoce como muergos o navajas—, piedras desgastadas por el salitre, la armadura intacta de un hipocampo, algas de diferentes tipos y colores que el viento y el sol han resecado, cristales pulidos por la marea que aún conservan sus tonos matizados y turbios, pedazos de redes que un día sirvieron para pescar, pernos oxidados.
Todo está expuesto con naturalidad y sencillez. Existe, por supuesto, la intrevención de la artista, pero respetando en todo momento la naturaleza efímera, desgastada o resistente, de cada objeto.
Esa naturalidad y sencillez es la que impregna también la técnica japonesa del gyotaku, que ha empleado Bascuñana en muchas de las obras que presenta en esta exposición. El gyotaku ha sido utilizado por los pescadores japoneses desde mediados del siglo diecinueve con el objeto, en su origen, de registrar el tipo de peces que capturaban en sus redes. Con el tiempo derivó hacía una técnica puramente artística, aunque los marineros japoneses aún lo conservan hoy como un método para mostrar el resultado de sus lances.
Consiste en usar la superficie del pescado como una placa de impresión, aunque se pueden usar algunas variantes algo más sofisticadas. Una vez limpio el pescado, se extiende sobre su piel la pintura o el tinte que se quiere usar y se impresiona con el pez la superficie del papel de arroz, la tela de seda o el soporte que haya decidido el artista.
En los cuadros preparados por Bascuñana se ven los perfiles de sardinas, puntillitas, doraditas, jureles, boquerones, agujas…
En uno de sus ellos se lee “Donde los peces están, nosotros vamos”.
Bascuñana da la bienvenida a los visitantes con estas palabras impresas en el muro. Lo que van a encontrar es:
“Trabajos de investigación sobre diversas técnicas de estampación. Búsqueda y encuentros en las playas gaditanas en las horas de bajamar. Empleo de varias técnicas de estampación como el ghyotaku, gofrado, etc. Papeles realizados artesanalmente integrados en la obra. Restos de fauna y flora marinas reconvertidos en pequeños objetos escultóricos, Manipulación de redes y boyas de los puertos pesqueros de Conil y Barbate”.
El gofrado es distinto al gyotaku. Consiste en una estampación en seco, en relieve o en hueco.
Técnicas de estampado
Pero la exploración de la artista no acaba aquí. Hay algunas obras en las que Bascuñana ha utilizado directamente la red como punzón, produciendo un detalle muy elaborado del hilo del que está construida. En otras emplea el collage o mezcla varias técnicas en una misma creación. Merece la pena mirar los cuadros no solo desde la distancia, sino también observando el detalle de su composición, la sorpresa.
Intercalados entre sus creaciones, la artista ha escogido dos poemas, uno de Pilar Paz Pasamar y otro de Rafael Alberti. Poemas referidos a la mar, porque también la palabra señala, muestra indicios o sentimientos que complementan a la creación plástica. Son poemas que transmiten alegría, el de Rafael, y reflexión, el de Pilar.
Al acabar de leerlos, recuerdo que este lugar, el Castillo de Santa Catalina, está junto a la playa de La Caleta, en la que se refrescan a esta hora de la tarde muchos bañistas de Cádiz aprovechando el buen tiempo. Lo curioso es que en la exposición, emplazada en la sala baja de San Nicolás, que así se llama, no se escucha a los bañistas.
El sonido que acompaña al visitante es el que Marisa y Javier Bascuñana han incluido en un vídeo con fotos y secuencias de sus paseos por las playas. Porque hay objetos e imágenes que no pueden ser extraidos de su entorno natural, que solo pueden ser mostrados desde la reproducción fotográfica o el vídeo: medusas encalladas en la arena, barcas ruinosas en proceso de descomposición, las ondulaciones que el oleaje deja, como una huella siempre percepcitble, en la arena húmeda de la bajamar. En el fondo, todo ese bagaje común de quienes vivimos en la costa y que llevamos impreso en la imaginación desde la infancia hasta hoy.
El mar trae los materiales del arte
Los cuadros de Bascuñana muestran el azul del mar, el rojo de los cachuchos o el anaranjado de los atardeceres, pero también el negro y el blanco en “Mar de noche” en el que la artista utiliza lo que ella denomina “grabado matérico” consiguiendo un efecto tan realista como inquietante y bello de un mar nocturno cubierto de reflejos luminosos.
Una de las tareas más difíciles para un artista es reimaginar un tema que ha sido repetido una y otra vez hasta convertirse en tópìco. El mar es uno de ellos y lo seguirá siendo siempre. Aparece en el arte de todos los tiempos y es una de las imágenes más evocadas en la historia de la poesía desde que Homero escribió la Odisea. Y cuando tantos artistas de renombre han pintado y escrito acerca del mar, hacerlo de nuevo constituye todo un desafío. Pero los desafíos son más inspiradores y entretenidos que el arte en serie.
“Con la tinta del calamar” es una de las exposiciones más originales que se pueden ver esta primavera en Cádiz.
Exposición “Con la tinta del calamar”.
Castillo de Santa Catalina. Campo de las balas, s/n. Cádiz.
Hasta el 11 de julio.